EL TEATRO INGLÉS ISABELINO.
A principios del S.XVI la vida teatral londinense estaba en manos de compañías ambulantes, los llamados “cómicos de la legua”, gentes de malas costumbres según la mentalidad puritana de la época. Hacían representaciones en los patios de las tabernas o posadas. Interpretaban un tipo de farsas o entremeses de escasa calidad artísticas llamas “interludes.”. En el 1576 fueron expulsados de Londres.
La creciente afición teatral hizo que se crearán teatros fijos y que se dignificara la figura de los cómicos. Las compañías teatrales empezaron a gozar de la protección de los reyes y de los nobles.
A finales del S.XVI existían ocho teatros en la ciudad. Se trataba de edificios abiertos (siguiendo el modelo de los patios de posada, donde los actores instalaban unos tablados muy simples para la representación de sus obras). Estos nuevos edificios eran circulares u octogonales, con tres plantas que guardaban en su interior un escenario al aire libre. Los espectadores, pertenecían a todas las clases sociales, pero no se mezclaban: había galerías cubiertas para el público más rico; los espectadores más pobres ocupaban la parte descubierta, delante del tablado donde se representaba la obra. El escenario era una simple plataforma elevada y muy amplia, con un techo. Se piensa que estos teatros podían llegar a albergar a tres mil espectadores. El primero de ellos fue “El Teatro”, fundado en 1576. Le siguieron “El Telón”, “El Cisne”, “La Fortuna” y “El Globo”; en este último se estrenaron las obras de madurez de Shakespeare.
No había apenas decorados, lo que se suplía con la imaginación de los espectadores y con el lujo del vestuario, con frecuencia heredado de algún noble que hubiera muerto, ya que los actores solían estar bajo la protección de un noble. A diferencia del teatro español, las mujeres no podían actuar y los personajes femeninos eran desempeñados por jóvenes actores.
El teatro inglés tiene su momento de mayor esplendor durante el próspero reinado de Isabel I (1559 – 1603) ya que surge en Inglaterra un teatro nacional cuyo máximo exponente es William Shakespeare. Aunque Shakespeare está considerado ahora el mejor dramaturgo inglés de todos los tiempos no sucedía así en su época (eran mucho más famosos otros dramaturgos: Christopher Marlowe o Ben Jonson, por ejemplo). Durante esta época el teatro es popular, contacta con el pueblo gracias a la protección de la reina. Pero las autoridades municipales desconfiaban de los teatros por distintas razones: las multitudes que allí se congregaban hacían aumentar el riesgo de que se propagaran enfermedades; en el teatro y en sus alrededores la gente se emborrachaba y armaba jaleo; muchas veces, la temática de las obras chocaba con el gran puritanismo existente en Londres; por todo esto, con frecuencia, se prohibía la actuación de una compañía teatral. Cuando se cerraban los teatros las compañías marchaban de gira y actuaban ante la corte o en los palacios de los nobles. Cada vez más atacado por los moralistas y por los puritanos, fue perdiendo fuerza. Alrededor de 1615 comienza a ser patrimonio de una minoría y las representaciones se hacen en la corte, distanciándose del pueblo. En 1642 el Parlamento dispone cerrar los teatros y la escena queda reducida a representaciones esporádicas de aristócratas aficionados. No se volverá a abrir hasta 1660.